¿No es asombrosa la ciencia? ¿Sabía usted, por ejemplo, que se puede predecir que todos vamos a ser felices el viernes 24 de junio? Es cierto. Hay una fórmula que lo prueba. Si se conjugan factores en una fórmula matemática en donde N es Naturaleza y Cpm, una abreviación en inglés que en este caso se utiliza para denominar a las memorias positivas de verano durante la infancia, el resultado es la fecha del día más feliz del año.
En realidad, esta "fórmula" es sólo un montón de tonterías matemáticas producida por el psicólogo Cliff Arnall, cuya otra famosa fórmula nos dio el "Blue Monday", o el Lunes Triste, supuestamente el día más deprimente del año.
Ambas fórmulas son incapaces de predecir nada, aparte de que habrá cobertura por parte de periodistas ingenuos.
El arma: las matemáticas
Y esto es así porque mientras que las fórmulas pueden ser estúpidas, la psicología detrás de ellas no lo es.
Sus "predicciones" sencillamente coinciden con momentos en los que no suele haber muchas noticias más fuertes -en el caso del día más feliz, el viernes más cercano al Día del Solsticio.
Eso maximiza las posibilidades de cobertura periodística, que es exactamente lo que quieren los patrocinadores de Arnall.
Lo ingenioso es tener una fórmula sucedánea apoyando la predicción.
Porque si hay algo con el poder de hacer temblar hasta a los más grandes y poderosos, es las matemáticas.
Porque si hay algo con el poder de hacer temblar hasta a los más grandes y poderosos, es las matemáticas.
Nada concluye un debate con más rapidez que sacarse alguna fórmula algebraica de la manga que supuestamente respalde el postulado que se defiende.
Es una estrategia que puede ser eficaz.
Una historia apócrifa data del siglo XVIII, cuando un importante matemático fue convocado a la corte de Catalina la Grande para defender la existencia de Dios.
Su adversario era Denis Diderot, un destacado filósofo ateo de Francia.
Consciente de la dificultad de su tarea, el matemático decidió tratar de embaucar a Diderot.
Consciente de la dificultad de su tarea, el matemático decidió tratar de embaucar a Diderot.
Cuando fue llamado a presentar su caso, se dirigió hacia una pizarra y escribió una fórmula algebraica sin sentido, en donde al final declaraba: "Por tanto Dios existe. ¡Responde! ".
Se dice que Diderot se dio por vencido.
Las fórmulas y los economistas
Todo muy divertido, pero el lado negativo de utilizar fórmulas para engañar llega cuando sus creadores se enredan también.
Las víctimas más prominentes de este fenómeno son los economistas, que durante décadas han construido modelos matemáticos cada vez más complejos sobre cómo funciona la economía.
Las ecuaciones sin duda parecen impresionantes, mientras que sus predicciones han demostrado todo lo contrario.
Desde la razón por la cual la gente de diferentes industrias obtienen los salarios que tienen, pasando por la volatilidad de los mercados financieros, la teoría económica hace predicciones que resultan completamente equivocadas.
Las ecuaciones complicadas sólo parecen servir como medio para ocultar supuestos dudosos detrás de esos fenómenos y las simplificaciones necesarias para resolverlos.
Una mirada a las dos fórmulas de Arnall le dice que son tonterías: ¿qué son las unidades de "Naturaleza" o las de las "memorias positivas de verano durante la infancia"?
Pero cuando se trata de las poco más creíbles matemáticas en algunas áreas de la economía o la física teórica, se necesita mucho más esfuerzo para romper el hechizo.
Algunas de las mentes más brillantes de estos campos, entre ellos John Maynard Keynes y el físico ganador del Premio Nobel Enrico Fermi, lo reconocieron y se rehusaron a jugar el juego del parloteo matemático.
Muy pocos de sus homólogos de hoy harían lo mismo. Preferirían confiar en la ecuación de mentiras que alguna vez presentó el propio Albert Einstein:
"Si A es el éxito en la vida, entonces A = x + y + z, donde el trabajo es x, el juego es y; y z equivale a mantener la boca cerrada".
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